"Un
soldado de madera"
El maestro carpintero terminaba los
últimos detalles de la base de cañón, de no ser por su avanzada edad la habría
terminado antes, pero éste trabajo le tomó toda la tarde.
Algo silbó desde el fuego en su
chimenea, el té estaba listo, se sirvió un poco en su taza de madera y se
dispuso a beberlo.
Alguien tocó a su puerta, con
dificultad atendió a su visitante, un niño con la cara sucia.
- Señor ¿no tiene algo de comer?
- Sólo té, me temo que la comida
escasea por estas fechas ¿quieres un poco?
- Sí, ¿qué es té?
El maestro se rió un poco y le sirvió
en una pequeña taza. Como era de esperarse el niño se quemó un poco al beberlo
tan aprisa.
- ¿Qué es esto? - dijo a la vez
que sujetaba una figurilla de madera tallada.
- Olvidé que lo tenía, es un
soldadito de madera, lo tallé el primer día que llegué aquí, a nadie le hizo
gracia.
- Me gusta mucho ¿me lo puedo
quedar?
Antes de poder contestar, alguien más
tocó a la puerta, golpes rápidos y fuertes, no era una visita similar.
El maestro le pidió al niño que saliera
por la puerta trasera.
- Lento como siempre - dijo su
nuevo invitado. Un hombre alto con uniforme.
- Disculpe capitán ¿le puedo
ofrecer un poco de té?
- No hay tiempo, he venido para
ver tu progreso en las bases que te pedí.
- Estoy en eso, estarán listas.
- El barco zarpará pronto y las
necesito, entraremos en continuo combate... - el capitán se interrumpió al ver
la figurilla sobre la mesa. - ¿Qué es esto?
- No es nada, sólo...
- ¿Es una broma? ¿Un soldado de
madera? Necesito que dejes de perder tu tiempo en estas estupideces. Estos
"soldados" no me van a hacer ganar ninguna guerra.
- Depende de la guerra en la que
esté luchando, señor.
El capitán sólo le dirigió una mirada
severa, escupió al suelo y se detuvo en la puerta al salir.
- Más te vale tener las bases a
tiempo o te las verás conmigo.
Al día siguiente el niño volvió a
aparecer en el taller.
- ¿Qué clase de gorro traes
puesto? - le preguntó el carpintero.
- No es un gorro, es el pie de un
calzón.
- ¿Un qué?
- Se lo quité a un hombre gordo,
es la ropa que usaba para dormir, le cubría todo el cuerpo y yo sólo le quité
una parte.
- Ya veo, no deberías robar.
- Podrías enseñarme.
- ¿De qué hablas?
- Si aprendo a tallar la madera
tan bien como tú, seguro tendría un empleo.
- Es peligroso saber hacer lo que
hago, estamos en guerra, con tu edad seguro te pondrían en un barco a hacer
reparaciones durante los combates
- No pienso ayudarles a ellos,
quiero aprender a hacer esto - señaló la figurilla - conozco otros niños que
les gustaría tener uno.
La fecha de entrega para las bases de
los cañones estaba cerca, pero tras mucho insistirle, el carpintero terminó
accediendo a enseñar al niño de la calceta en la cabeza a tallar madera.
Juntos hicieron más de cien soldaditos
de madera, solían dejarlos en la parte trasera del taller, con el tiempo, un
nuevo niño pasaba a recoger una figurilla cada día.
Eran muchos los niños huérfanos que
había en el campamento de guerra, por lo que siempre continuaban haciendo más.
Llegada la fecha de entrega, el
capitán apareció muy temprano en el taller.
- Necesito esas bases para mis
cañones ¿Están listas ya?
- Por supuesto, puede
llevárselas.
El capitán hizo un ademán para que sus
hombres entrarán y empezaran a cargar las bases. Detrás del taller estaba el
niño tallando una nueva figurilla para otro huérfano que no había alcanzado a
recoger un soldadito. Unos de los hombres del capitán se percataron de él y
entre burlas le arrebataron el soldadito.
- ¿Qué pasa ahí atrás? ¿De qué se
trata ese alboroto soldados?
- El niño, mire lo que hizo ¿no
es lindo? - dijo en burla.
- ¡Maestro Carpintero! veo que se
consiguió un aprendiz y uno muy bueno
- Señor no...
- Enhorabuena, he encontrado la
forma en que me compenses el retraso de tu entrega, hemos perdido a un
carpintero a bordo y estamos cortos.
- Capitán le pido...
- ¿Qué dices niño? ¿No deseas
estar el ejército del rey? Sería un honor para ti.
- Yo iré con usted - interrumpió
por fin el maestro carpintero - soy el mejor en lo que hago, seguro podré serle
de más ayuda, el niño no sabe lo suficiente.
- Nos iremos de inmediato
entonces, ve y prepárate anciano.
El capitán se puso en camino con sus
hombres tras él.
- Volveremos por ti muchacho - se
burlaron los marineros.
Al maestro carpintero le temblaban los
huesos, pero aún así se las arregló para hincarse frente al muchacho.
- Ocúltate y no dejes que te
encuentren, una vez que subes a uno de esos botes, es una sentencia de muerte -
lo sujetó de un brazo, se dio cuenta que su mano le temblaba al hacerlo -
promete que lo harás.
El niño se limitó a dirigirle una
sonrisa, el sentimiento detrás de ella era irreconocible. De uno de sus bolsillos
sacó una figurilla, ésta era más pequeña que las últimas, pero la atención al
detalle era impecable, nada que el carpintero hubiese visto antes. El niño le
obsequió la figurilla al maestro, éste la tomó y vio en sus manos la forma
tallada del niño, con su gorro puntiagudo, rostro sonriente y zapatos rotos.
- Esto es magnífico
pequeño...estoy seguro de que te convertirás en un gran hombre y maestro
carpintero también.
El barco partió ese mismo día con el
viejo maestro carpintero a bordo, unos hombres enviados por el capitán habían
buscado al niño por todo el campamento, pero no pudieron dar con él y se
marcharon.
El carpintero pasó varios meses en el
mar, sufrió varias batallas, pero los daños, el agotamiento y su avanzada edad
no le permitieron emprender el viaje de regreso, tras haber completado con
valor y empeño su misión, al fin pudo descansar en eterna paz.
Cuando el capitán regresó al
campamento, en busca de un carpintero de reemplazo, volvió a mandar buscar al
niño. Nadie pudo encontrarlo. Aún así, los huérfanos en el campamento seguían
apareciendo cada día con una figurilla tallada cada quien.
Años pasaron sin que alguien supiese
que fue del niño, lo único que conocían era que si un niño dejaba un mensaje
escrito afuera del viejo taller, al día siguiente encontraba una figurilla en
su lugar.
Se dice que los juguetes nunca dejaron
de aparecer.